Hoy me entró una urgencia nueva y tuve que lidiar con ella para no andar viviendo en otro tiempo, como en esos días de invierno en los que añoro el sol, o en los que estaba en algún lugar del mundo deseando tener la playa mano, o en los que decía que me gustaría no tener tanto trabajo para poder ir más a la playa.
¿Cuánto me demoré en caer en cuenta que no tengo un trabajo con horario, vivo en Montevideo y el sol estaba radiante? Creo que casi toda la mañana y no fue tan fácil, tuve hasta que buscarme una excusa “importante” para justificar mi escapada.
Durante los 15 minutos de recorrido en el bus, iba observando a los pasajeros, eran pocos y la mayoría muy serios, otros con expresiones de alegría y la mirada fija en la pantalla de su teléfono, me pregunté si estarían recibiendo chistes, memes, películas o simples videos familiares. Yo me sentía como una adolescente escapada del colegio, mi malla de baño sutilmente oculta bajo la solera.
Ni bien llegué me di cuenta de que algo estaba raro, no sabia que era y pensé que seguramente la rara era yo, pero no tuve tiempo de mucho análisis, porque apenas me descalcé me llegó una grata llamada que atendí mientras caminaba por la orilla -como me gusta, Dios, sentir la arena en los pies y ese jueguito del agua yendo y viniendo sobre ellos.
Solo cuando me disponía a regresar, entendí de que iba ese “raro”: el verano está terminando y a pesar del clima, no había casi nadie, ni en la playa ni en la misma rambla, era un jueves de marzo y ya la rutina escolar comenzó, el país arrancó dicen incluso algunos.
Esto me regaló una hermosa vista de la playa, rara de obtener ,y una vereda desprovista de bicis, patines , caminantes y hasta de grupos compartiendo el mate, parecía otro lugar.
El bus de regreso venia repleto de jóvenes con uniforme escolar, muy contentos, éste resulta uno de los dos mejores momentos del cole para casi todos los chicos: cuando inicia y cuando termina el año escolar. Los uniformes eran el símbolo inequívoco del fin del verano, la algarabía me mostró su libertad.
Yo pude hoy, en esas dos horitas, transformar mi rutina, no sin antes pelearme con mi estructura, con esa vocecita que dice “un jueves por la mañana uno está trabajando o buscando trabajo o aprovechando para limpiar la casa o haciendo cosas productivas”.
Epilogo: la tarde fue muy productiva, no sé si fue la consciencia del fin del verano, el permiso que me di, el poder curativo que le otorgo a la playa o todo junto, pero transformar mi rutina resultó una sabia decisión.
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